El viajero pagado

A veces uno por casualidad se encuentra con obras de arte en lugares que uno no se imagina. Hace unas semanas fui al Barrio Bío Bío y en un puesto de venta de detergente me encontré con don Alfonso Huenchuman. En una esquina del local estaban sus trabajos de tallado en madera (sobre roble) en los que reproduce monedas antiguas de Chile. Con paciencia ha ido reproduciendo los escudos que tienen los cóndores, huemules y a minerva, diosa que aparece en algunas piezas de metal chileno. Ahora está pensando en hacer dos más: el peso de Coquimbo y la moneda que dio el origen al signo peso. Si bien me ofreció una de sus monedas, que están talladas en anverso y reverso, en $ 60 mil (la más pequeña) hoy le gustaría vender la colección completa que actualmente componen cinco piezas. Sus coordenadas, si hay algún numismático que le interese este trabajo, están en el teléfono 2 27595650.  

Una amiga con la que trabajé en Diario Financiero me preguntó, a través de Facebook en broma, ¿qué era un fax?,  haciéndose pasar por más joven de lo que es, y dando cuenta que los jóvenes no se imaginan cómo dependíamos de ese aparato para conseguir información. Esta conversación me hizo recordar el sonido, ya prehistóricos cuando comenzábamos a conocer las ventajas de Internet. Así me conectaba en 1994 en el Ministerio de Hacienda, mi primer trabajo: Tiempo después lo hacía en la Subsecretaria de Desarrollo Regional del Ministerio del Interior y, años más tarde, en El Diario, antecesor a Diario Financiero. El fax sonaba así: